Noticia de Günter Wallraff, periodista alemán
Napalm y los buenos católicos
Durante los años de la guerra en Vietnam, un fabricante de sustancias químicas –Wallraff, naturalmente– recibe una oferta, un contrato muy jugoso (falso) a cambio de fabricar napalm para subcontratistas del ejército estadunidense. El hombre es muy católico y entra en conflicto. Para lavar su conciencia, consulta con varios clérigos y teólogos, gente de la alta jerarquía, incluso funcionarios del Vaticano. Todos –excepto dos– le aconsejan firmar el contrato. Uno de ellos alega: “Mire, mi obispado tiene grandes viñedos. ¿Qué culpa tenemos nosotros si el vino de esas uvas lo venden y beben las prostitutas en los bares de mala muerte?”. Otro asegura que el napalm ayudará a acortar la guerra. “Lo malo, claro, es que entre los vietnamitas hay algunos buenos católicos. Bueno, pero ya llevaremos obras de caridad a esa gente, con sus donaciones, por supuesto”. Solamente un joven capellán de Francfort y un teólogo suizo le dijeron: “No lo haga, es un crimen”.
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